lunes, 20 de abril de 2015

Reflexión respecto a la educación



Si hacemos un análisis rápido de la situación actual de la educación, vemos que ésta no se adapta correctamente a las necesidades de la población actual. Todavía se mantienen las bases de la época de la industrialización, dónde se precisaban trabajadores que adquiriesen conocimientos y habilidades de la misma manera y al mismo tiempo para desempeñar las tareas necesarias en las fábricas que se convirtieron en el motor de la economía en aquellos tiempos. Sin embargo, no es ese tipo de personas las que demanda la sociedad actual. Ya no sólo porque los países desarrollados, inmersos en una economía de la información, necesitan de otro tipo de ciudadano, sino porque las desigualdades e injusticias sociales que se dan en nuestros días, además de los problemas que nuestro planeta experimenta (contaminación, calentamiento global, guerras, hambre…) necesitan hombres y mujeres preparados para hacer frente a las dificultades que les depara el siglo XXI.

Dicho todo esto ¿Qué modificaciones habría que plantear en nuestros sistemas educativos para que seamos capaces de preparar a estos hombres y a estas mujeres? Tal vez debiéramos empezar planteándonos cómo estructurar el curriculum, tanto a nivel estatal como a nivel de centro, y cómo trasladarlo al aula y a los alumnos que en ella estudian. Con respecto a esto Sancho y Hernández nos dicen que "[p]ara Stenhouse un currículum es una tentativa para comunicar los principios y los rasgos esenciales de un propósito educativo, de tal forma que permanezca abierta la discusión crítica y pueda trasladarse efectivamente a la práctica".
 
Teniendo en cuenta esto, el curriculum debería tener una serie de contenidos generales que fueran iguales para todos pero al mismo tiempo dejar margen para adaptarlo a cada contexto educacional. Se plantea entonces la cuestión de cuáles son esos principios y rasgos esenciales que se deben recoger en dicho texto y cuáles pasarán a depender de las decisiones del centro y del propio profesorado. Saber el qué debemos enseñar y cómo debemos hacerlo serán las dos cuestiones en las que centraremos la atención.
 
En primer lugar nos detendremos en las dificultades a las que el profesor o profesora ha de hacer frente en un aula con una gran diversidad de individuos, cuyas diferencias, atienden a una gran variedad de factores. Entre ellas podemos destacar, por una parte, las diferencias en el desarrollo de cada individuo, donde cada alumno necesita un tiempo concreto para alcanzar los objetivos que marca el curriculum. Se establece así un modelo de aprendizaje por estadios en el que cada alumno ha de pasar por cada uno de ellos pero no necesariamente al mismo ritmo. En segundo lugar tenemos las diferencias culturales, cada vez más presentes en esta era de la globalización, donde en una misma aula conviven alumnos de diferentes partes de mundo. Por último, no debemos olvidar las diferencias sociales, que se han agudizado en los últimos años debido a la última crisis económica.

Además de todo lo mencionado anteriormente, si no resultaban suficientes ya las diferencias establecidas, hemos de recordar las existentes en cada uno de los alumnos, que van más allá de las sociales, geográficas, culturales, etc., convirtiéndolos así en sujetos únicos, con necesidades únicas. A estas diferencias Ellsworth las llama "discontinuidades en el conocimiento" y se plantea una serie de cuestiones a la hora de elaborar un curriculum apto para todos los individuos:


¿Cómo podríamos enseñar en y a través de los bordes agujereados del <<afuera social>> del curriculum y el <<interior individual>> de la psique? ¿Cómo podríamos enseñar en y a través de las discontinuidades y de los silencios personales y culturales continuados que las historias personales y sociales introducen en nuestros propios seres? (p.120)

El profesor debe saber que no todos sus alumnos aprenderán igual ni al mismo ritmo, por lo que ha de observar continuamente a sus alumnos y tomar una serie de decisiones que dependerán del momento y el lugar en el que se encuentra y de las personas con las que tenga que tratar. Estas decisiones no
podrán estar recogidas en el curriculum que se elabora a nivel estatal, porque tal documento, de un carácter tan general, no puede abarcar todas las realidades que se dan en todas y cada una de las aulas. Sin embargo, a nivel de centro, ya se pueden ir marcando ciertas pautas, siempre dejando espacio para las decisiones del profesor. Es por esto por lo que Sancho y Hernández nos dicen que es "imprescindible la planificación del currículum desde el contexto, desde la escuela en la que se ha de ejecutar" (p. 48). Y también que:

Una persona experta (o grupo) en diseño curricular puede planificar un currículum en el que se dé la misma importancia a la Educación Física y a la Música, que a las Matemáticas y a la Lengua, o darle el mismo valor –o mayor- a la actitud ante el aprendizaje y la forma de abordarlo que al producto final de una prueba, trabajo, etc. (p. 48)

Pongamos en este caso el ejemplo de las Artes Plásticas y Visuales, ya que es el campo que más me compete. Éste ha recibido poca atención durante toda la historia de la escuela pública, puesto que trata aspectos que no son fácilmente cuantificables (Freedman, 2006). Aquí es dónde yo me pregunto si se ha obrado de la manera adecuada, si el qué y el cómo enseñar que hemos seguido hasta ahora son los más adecuados para llegar a los alumnos a los que estamos educando. ¿Es lo más adecuado plantear esta rígida separación entre la razón y lo emocional? ¿Por qué nos ha llevado esto a una separación de las materias, separada de la realidad del día a día, donde la emoción va ligada al conocimiento? Con respecto a esto Freedman (2006) nos dice que "el aprendizaje tiene lugar basándose en conexiones cognitivas, incluidas aquellas que tienen que ver con la emoción, y más conexiones quiere decir más aprendizaje. El aprendizaje depende del compromiso del alumno que es un indicador de inversión emocional" (p. 98). Por esto es que hemos establecido en los curriculums actuales. Un modelo donde se fomenten las competencias interdisciplinares, podría proyectar un abanico mucho más amplio de posibilidades para nuestros estudiantes.

Por el momento, aquellos que deben trabajar con un currículum establecido, han de ser capaces de dotar a las materias de la importancia que merecen, como es el ejemplo de las Artes Plásticas y Visuales. Aquí los alumnos deben de adquirir la capacidad de análisis e interpretación críticos, tan importante en el campo del arte pero también en la vida misma, donde las circunstancias te llevan a una serie de problemas en los que no siempre tienes la solución perfecta. Esta capacidad crítica, aporta también la capacidad de decisión que dotará a nuestros estudiantes de una de las herramientas necesarias para enfrentarse al mundo que acontece en este siglo XXI. Es importante enseñarles a adaptarse a las circunstancias que les rodean, valiéndose de las herramientas que la educación les ha dado, independientemente de que persona sea este alumno. Este es uno de los aspectos que el arte nos enseña, poder aportar diferentes soluciones frente a un mismo problema y es lo que nuestros estudiantes deberán de ser capaces de llevar al mundo real, donde las personas nos enfrentamos a una serie de problemas universales a los que cada uno encuentra la solución más válida para sí mismo.


Bibliografía
 
Ellsworth, E. (2005) Posiciones en la enseñanza. Diferencia, pedagogía y el poder de la direccionalidad. Madrid: Akal, p. 97-118.

Freedman, K. (2006) […] Enseñar la cultura visual. Curriculum, estética y la vida social del arte. Barcelona: Octaedro, p.95-119.

Sancho, J. y Hernández, F. (1993) Las decisiones en torno a la enseñanza: el campo del currículum, p.35-54.
 
 

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